La historial real y conocida del té empieza por su expansión en la propia China. Fue en la época de las 6 dinastías (589-222 a.C.) cuando el té empezó a conquistar el sur del país.
Después fue el comercio y las grandes caravanas y así alcanzó cotas como el Himalaya o Japón (hacia el año 800 d.C., puede que incluso antes), dando origen a la “ruta del té y los caballos”.
El té era generalmente intercambiado en destino por caballos (lo que da el nombre a la ruta) y otras veces por sal, pieles, artículos de hierro y otros elementos.
Las mercancías eran transportadas por porteadores, en caballo, camellos, mulas, ponis o yacks. Los porteadores recibían al finalizar como pago un kilo arroz por cada kilo que transportaban.
Para su llegada a Europa hubieron de pasar muchos años, hasta que Vasco de Gama atravesó el Cabo de Buena Esperanza y la ruta marítima entre Oriente y Occidente se estableció sobre todo para portugueses y holandeses.
Y eso lo aprovechó de manera especial la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que se quedó con el monopolio del mercado. Además, China y Japón eran los únicos países que exportaban té, y la Compañía de las Indias no quería que nadie más cultivase la preciada planta.
El primer cargamento de té chino, en particular a Amsterdam, el año 1606, al principio como un lujo al alcance de pocos, pero con el tiempo se fue haciendo más popular.
Por otra parte, la reina Isabel de Inglaterra no quería quedarse al margen del comercio con Asia, y para competir con la naviera holandesa, fundó la East India Company.
Unos años más tarde, en 1657, Thomas Garraway, un hombre dedicado al tabaco y al café, sorprendió a propios y extraños ofreciendo té a los clientes que acudían a su club de fumadores. El éxito fue tan rotundo.
El té empezaba a ganar peso en ciertos círculos en Inglaterra, pero la nobleza se seguía resistiendo, aunque por poco tiempo: en 1662, a raíz del matrimonio entre la princesa portuguesa Catalina de Braganza y el rey Carlos II de Inglaterra, el té hizo aparición en la realeza. Resulta que el té ya era bastante popular en Portugal, y Catalina era una apasionada de las infusiones, así que no dudó en incorporar varias cajas de té a su dote de boda y progresivamente introducir la tradición en las ceremonias de la corte.
Un par de años después, y gracias a la East India Company, llegaba al puerto de Londres la primera gran importación inglesa de té. El té se volvía cada vez más popular en Inglaterra y se asentaba en la sociedad aristocrática inglesa.
Poco a poco, Portugal, Holanda, Inglaterra y Francia iban consumiendo más té, llegando incluso a saturar la producción de China a principios del siglo XIX.
Inglaterra, convertida ya en el país fan número uno del té, lo introdujo progresivamente en otros territorios bajo su control, empezando por la India en 1834 y siguiendo por Ceylan (hoy Sri Lanka) 23 años después, pero explorando también regiones de África y Sudamérica.